El otro día, en uno de esos valiosos entrenos con
las benjamines de Godella, digo valioso porque tan enriquecedor es para ellas
como lo es para mi y como seguro lo es para sus padres que las observan con
cariño y afecto y valoran en lo que se están convirtiendo sus niñas. Unas niñas
que llevan la ilusión reflejada en sus ojos y para las que el baloncesto es
diversión desmesurada.
Una de ellas, se llevó una decepción por haber
perdido en uno de los ejercicios, y allí me encontré yo frente a sus ojos
llenos de rabia, de frustración y de
impotencia.
En aquel momento me hubiera gustado decirle que
la derrota en aquel momento y a sus cortos ocho años es relativa, y que lo más
importante no es lo que se pierde sino la forma de hacerlo. Le hubiera dicho
que el perder en ocasiones conlleva ganar y que la fortaleza reside en
levantarse después de haber caído y de intentarlo cada vez con más ganas. Que
ganar, sin embargo puede hacernos perder en la grandeza y hacernos más pequeños,
porque hay que saber ganar sin alardes y sin ostentaciones delante del vencido.
Querría enseñarle que la victoria no es un fin, sino un premio añadido que
hay que valorar en su justa medida, y no tratarla como un trofeo que necesitamos
a toda costa para realizarnos.
También le hubiera dicho que aunque en alguna ocasión pierda algo o no
consiga ganarlo, que se esfuerce y trabaje para tener su oportunidad en las
cosas y no deje de soñar por
conseguirlas.
En definitiva, que los ganadores no
dejan de serlo cuando pierden y aprenden tanto de la derrota como de la
victoria.
Y por fin le diría que yo misma perdí y estoy perdiendo muchas cosas por el
camino para ganar otras, porque no hay crecimiento personal sin pérdida, ni
vida plena sin cambio.
Sin
embargo, en aquel preciso instante, no pude más que mirarla y decirle… no pasa
nada, lo más importante es que lo hayas intentado con todas tus fuerzas y, si
siques así seguro que la próxima vez lo consigues.
Porque
saber sobreponerse a las frustraciones solo se aprende con la experiencia en la
derrota y nosotros los entrenadores/educadores
“tan sólo” debemos acompañar en el camino. Para que lleguen a entender como dice José Luis Borges que "La derrota tiene una dignidad que la
victoria no conoce".
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