Hola a todos, me llamo David Flinn, tengo 11 años y llevo jugando al
baloncesto desde que tenía 6. Mi entrenador se llama Juan
y es el mejor entrenador del mundo.
Entreno tres días a la semana, lunes, miércoles y viernes y luego tengo
partido el sábado por la mañana.
Mi papá dice que hay que ser educado, así que les trataré de usted porque
el Baloncesto es educación.
Este sábado salimos de casa a las 8 de la mañana, porque jugábamos en un
sitio muy lejos de nuestra casa y a las 9:17 estaba en el vestuario con todos
mis compañeros, nerviosos porque nos jugábamos el primer puesto, contra el
equipo que iba empatado con nosotros y todos dijeron que eran buenísimos.
Salimos a calentar, Juan, nuestro entrenador
estaba más nervioso que otros días y nos gritó mucho en el calentamiento. Entre
dos veces a canasta y por mala suerte ninguna de las dos tocaron el aro. Juan
se puso como un loco, y eso que aun no había empezado el
partido. Empezamos y salí de titular, estaba contentísimo y encima tenía
botas nuevas que me había regalado mi papá y con las que había estado tirando a
una canasta que tenemos en el patio ganando a mi papá. Ellos eran un poco
más altos que nosotros y en la primera jugada nos cogieron 4 rebotes seguidos y
Juan empezó a gritarnos eso de CERRAR EL REBOTE, acompañado de gestos con los
brazos y algún que otro taco que mi papá me dice que no debo decir, porque el
Baloncesto es educación.Siguió el partido y en el minutos 3 perdíamos 11-2 y
Juan pidió un tiempo muerto. Fuimos al banquillo y allí nos dijo un montón de
cosas que no recuerdo, en parte porque creo que era demasiada información para
el poco tiempo que dura un tiempo muerto, y encima todo lo que nos dijo lo dijo
con gritos, aunque yo empecé a pensar que no hablaba con nosotros y que todo lo
que decía se lo decía a nuestros papás que estaban en la banda con esa cara que
ponen cuando dan las 9 de la noche y me acuerdo que tengo deberes aun sin
terminar. Pero mi papá no estaba con los demás papás, estaba sólo en una
esquina y yo ya no entendía nada.Estaba perdido, el partido siguió igual y yo
no me divertía porque desde el banquillo todos gritaban, desde la grada los
papas parecía que estaban enfadados. Incluso durante todo el partido, todo el
mundo le decía al árbitro lo malo que era y lo mal que pitaba incluso
diciéndole cosas feas de su mamá. Mi papá seguía en la esquina sin articular
palabra y yo corría de un lado al otro, pero cada vez lo estaba pasando
peor. El partido acabó y no recuerdo el marcador, sólo se que perdimos
porque así lo dijo un padre al salir, que con una palmada en mi espalda, con
una fuerza considerable, me dijo, chaval, a ver si mejoras el tiro que no metes
una y así no ganamos ni al equipo de monjas de mi pueblo. Ahora mismo les
pediría un favor a todos los que lean esta carta. Si son entrenadores, si
trabajan con niños, si son papás, aunque sepan mucho de baloncesto, si han sido
jugadores y quieren que sus hijos lleguen lejos en el deporte, hagan el favor
de dejarnos jugar, porque mi papá siempre me ha dicho que el baloncesto es un
juego, y en todos los juegos hay uno que gana y otro que pierde, y si hay un
árbitro dejarlo que pite lo que él quiera, porque yo hago muchas veces pasos y
fallo muchas canastas y me sentí muy mal cuando ese papá me dijo que no metía
una, porque yo me esfuerzo al máximo cada vez que juego.
Quiero ser un gran jugador de baloncesto, pero ahora tengo la impresión de
que si algo no cambia yo sólo jugaré con mi papá en nuestra canasta.
Un abrazo a todos,
David Flinn
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