¿La de nuestros niños o la nuestra?
Enseñar
a los niños y niñas a conocerse a sí
mismos, a lograr que se radiografíen
interiormente, a que tengan en cuenta y sepan de sus cualidades, sus defectos,
sus fortalezas y debilidades, y por qué no a dotarles de
las herramientas necesarias para potenciar aquello que es positivo y mejorar lo
que aparentemente no lo sea tanto. Prepararles para que trabajen su autonomía
personal desde edades tempranas, cuando su capacidad es muy amplia para
absorber conceptos, reconocer situaciones, adquirir habilidades… Trabajar para
conseguir esto, sin embargo, tendrá mayores efectos si
se traslada todo ello a los niños
desde el juego, el desarrollo de actividades que toquen directamente el estadio
de las emociones, que acudan a la música,
al aprendizaje a través
de la diversión,
a la experiencia misma de desarrollar por sí mismos actividades.
Se trata de un proceso de enseñanza-aprendizaje
próximo a las ideas
propias de la Nueva Escuela y las teorías
de las Inteligencias Múltiples
de Howard Gardner, de las cuales me declaro fiel seguidora y en el camino de la
búsqueda
y del conocimiento y para la que los docentes/ entrenadores deberíamos
prepararnos.
De hecho, ante la creciente corriente
que defiende el despertar emocional de los niños,
de una actitud con capacidad crítica,
de la posibilidad de que comiencen tempranamente a experimentar y
experimentarse, el desarrollo de la Autonomía
personal y conocimiento de sí mismo, se
torna indispensable en el día a día del proceso de aprendizaje.
Si nos aventuramos a la búsqueda
en el niño
del desarrollo de su autonomía
personal y del conocimiento de sí mismo, habrá que considerar
inicialmente que debemos ser primero los propios docentes quienes logremos estar
seguros de que nos conocemos a nosotros mismos. Experimentar en praxis aquello
que luego debamos trasladar en el proceso de enseñanza-aprendizaje
a los niños
para que de fondo ellos mismos capten que el maestro sabe perfectamente qué les está intentando
trasladar. Supongamos, por ejemplo, que un atleta joven, que está en sus comienzos,
se prepara para ser velocista de 100 metros. ¿Quién
tendrá
más
capacidad para trasladarle los conceptos y sensaciones que comporta esa
actividad, un entrenador efectivamente bien formado y que haya cultivado
diversas disciplinas con pinceladas teóricas
o aquel que efectivamente haya sido atleta de 100 metros, pero que además
se haya formado para ser entrenador? ¿Cómo
llegará
más
profundamente un maestro a sus alumnos, si enseña
desde las claves teóricas
y algunas prácticas
aprendidas a lo largo de la carrera antes de llegar a las aulas o si sus
estudios han ido más
por el camino de la práctica
y la experimentación
para luego podes explicar con exactitud las actividades?
Parece oportuno que quienes nos
preparamos para presentarnos el día
de mañana
en un aula o en una cancha de baloncesto, con la responsabilidad de comenzar a
crear los fundamentos del aprendizaje de los niños
conozcamos la carga teórica
que comporta nuestra profesión,
pero lleguemos con el bagaje experimental necesario para responder a esa labor
de llevar a los niños
a conocerse a sí
mismos. Pero, ¿
qué
se convierte en esencial saber de este oficio de enseñar?
¿ Es
todo cuestión
de práctica?
Para José
Contreras “
El gran aprendizaje acerca de la formación
docente es darse cuenta ( sentir) que dedicarse a la educación
es aprender a vivir de un modo creativo y fructífero
en relaciones no resueltas , pero en las que asumimos una responsabilidad
acerca de lo que tenemos como encomienda: prepararlos para iniciar o continuar
un camino en su relación
con el mundo. En el caso del futuro profesorado: prepararlos para iniciar el
camino de encaminar a otros en algunos aprendizajes valiosos para sus vidas; un
viaje incierto, variado, personal para cada niño,
niña
o joven y para ellos y ellas como enseñantes”
Evidente y analizando estas
palabras parece por tanto esencial que
nos encaminemos en este mundo siendo conscientes de lo que pasa en nuestras
vidas, en las que nada está
escrito y en la que deberemos ser capaces de reaccionar ante estímulos
inesperados. Para ello se torna indispensable
que los maestros/ entrenadores primero seamos capaces de conocernos a
nosotros mismos. Desarrollar actividades
para rebuscar en NUESTRO interior, bucear por la experiencia de los trabajos desarrollados
a través
de las relaciones interpersonales con otros o acercarnos día a día
al conocimiento de quién
y cómo
somos y sobretodo de cómo
son los que nos rodean, sin duda ayudarán
a forjar los cimientos en la relación
de enseñanza/
aprendizaje con nuestros alumnos/as.
Friedrich Schiller reflexiona sobre la
idea de conocerse a sí mismo y considera
que “conocerse bien a
uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice
de la propia vida, y quizá por eso se ha
planteado como un gran reto para el hombre a lo largo de los siglos. La
observación
de uno mismo permite separarse un poco de nuestra subjetividad, para así vernos con un poco
de distancia, como hace el pintor de vez en cuando para observar cómo
va quedando su obra. Observarse a sí mismo es como
asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo, y así tener una mejor
conciencia de cómo
somos y qué
nos pasa. Advertir cómo estamos
emocionalmente es el primer paso hacia el gobierno
de nuestros propios sentimientos. Comprender bien lo que nos pasa tiene un
poderoso efecto sobre los sentimientos perturbadores que puedan invadirnos, y
nos brinda la oportunidad de poner esfuerzo por sobreponernos y así no quedar
abandonados a su merced”.
Personalmente y traduciendo estas palabras a mi propia
experiencia, el objetivo de conocerse a uno mismo para aportar la autonomía personal necesaria pasa por la idea de experimentar de cuerpo entero,
empezando por los sentimientos y emociones más interiorizados ocultos y escondidos hasta por aquellos que puedan encontrarse más visibles, sentimientos y emociones que
te delatan y muchas veces no son capaces de encubrir las situaciones más
escondidas de las personas: percibir el cuerpo desde todas las dimensiones
posibles, potenciando al máximo las cualidades de cada uno,
sabiendo expresar, sentir, crear, recibir.
Saber qué nos pasa y por qué
nos pasa tendrá mucho que ver en la capacidad de
conocer bien a las criaturas.
Conocerse para no vivir con lo desconocido, sino todo lo contrario, conocerse para reconocer nuestras debilidades y miedos y ser capaces de dejarnos empapar de todo lo que nos rodea. Así, sin duda, podremos transmitir y guiar a los más pequeños en el conocimiento de ellos mismos para que exploten y desarrollen sus cualidades y sus potenciales al máximo.
Conocerse para no vivir con lo desconocido, sino todo lo contrario, conocerse para reconocer nuestras debilidades y miedos y ser capaces de dejarnos empapar de todo lo que nos rodea. Así, sin duda, podremos transmitir y guiar a los más pequeños en el conocimiento de ellos mismos para que exploten y desarrollen sus cualidades y sus potenciales al máximo.
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